martes, octubre 05, 2004
a veces uno hace promesas profundas, verdaderamente profundas. eso es porque uno cree que siempre (siempre) se pueden mantener las cosas en un mismo sitio. al efectuarlas parece que se ignorara por completo esa condición relativa y pasajera de las cosas, el perjuicio del tiempo y la benevolencia del olvido.
a veces me pregunto si la misma caligrafía no es una promesa, quiero decir, para los beneficiados-condenados a leerla, para aquellos que se permiten ser tocados con ideas escritas, para los que creen que las palabras sólo pueden ser verdaderas.
palabra llama palabra. ya lo he dicho. una palabra hace las veces de un punto en una línea. un principio y la consecuente sucesión, sin importar de dónde éstos provengan. el universo es así: una meticulosa composición gramatical perfecta aparentemente incoherente y sumo extensa pero que termina por contener en sí misma toda (toda) la información existente.
p a l a b r a s.
al existir se juega un cadáver exquisito ambiguo e interminable. un concurso inédito no para saber quién escribe más palabras, sino para escribir sin cesar, sin releer, bueno... ceder un poco a veces por nostalgia, a veces por un no sé qué. la dinámica es ésa: unos que escriben sin saber la frase que los antecede, reconstruyendo la forma, cambiando, deformando la idea: yo escribo mi presente próximo sin saber cómo afecto al texto universal.
me gusta escribir promesas profundas, me gusta que me las escriban, me gusta leerlas aunque sean las mismas letras en un afan de hacerlas verdaderas. soy repetitiva. me gustan los cuentos de hadas, me gusta leerlos... pero no me gusta vivir en ellos... no soy un hada... por alguna razón, que desconozco, nunca he querido serlo. siempre me gustaron los personajes inventados pero siempre supe que eran falsos, soy esta, la que escribe, la que lee, la que piensa... a veces pienso demasiado... creo en las palabras... por dios santo! que si creo en ellas (ahora mismo, ellas me confunden y me hacen parecer una verdadera católica siendo que no lo soy del todo... pero algo hay de cierto... ) las palabras no mienten. quien las sepa usar nunca miente... pero no todos saben. no todos saben.
a veces me pregunto si la misma caligrafía no es una promesa, quiero decir, para los beneficiados-condenados a leerla, para aquellos que se permiten ser tocados con ideas escritas, para los que creen que las palabras sólo pueden ser verdaderas.
palabra llama palabra. ya lo he dicho. una palabra hace las veces de un punto en una línea. un principio y la consecuente sucesión, sin importar de dónde éstos provengan. el universo es así: una meticulosa composición gramatical perfecta aparentemente incoherente y sumo extensa pero que termina por contener en sí misma toda (toda) la información existente.
p a l a b r a s.
al existir se juega un cadáver exquisito ambiguo e interminable. un concurso inédito no para saber quién escribe más palabras, sino para escribir sin cesar, sin releer, bueno... ceder un poco a veces por nostalgia, a veces por un no sé qué. la dinámica es ésa: unos que escriben sin saber la frase que los antecede, reconstruyendo la forma, cambiando, deformando la idea: yo escribo mi presente próximo sin saber cómo afecto al texto universal.
me gusta escribir promesas profundas, me gusta que me las escriban, me gusta leerlas aunque sean las mismas letras en un afan de hacerlas verdaderas. soy repetitiva. me gustan los cuentos de hadas, me gusta leerlos... pero no me gusta vivir en ellos... no soy un hada... por alguna razón, que desconozco, nunca he querido serlo. siempre me gustaron los personajes inventados pero siempre supe que eran falsos, soy esta, la que escribe, la que lee, la que piensa... a veces pienso demasiado... creo en las palabras... por dios santo! que si creo en ellas (ahora mismo, ellas me confunden y me hacen parecer una verdadera católica siendo que no lo soy del todo... pero algo hay de cierto... ) las palabras no mienten. quien las sepa usar nunca miente... pero no todos saben. no todos saben.