viernes, enero 07, 2005

Es mágico. (magicians open the hand and token from the hat some little rabbit while dance into the flower) soltar una, dos, tres… mil quinientas, setecientas palabras. No esperar nada. Las palabras no se liberan para esperar. Ellas son las únicas que no saben hacerlo. Son arrebatadas. Se sueltan, muerden la mano que las aprisiona y consiguen la libertad que termina por ser dolorosa... para la mano y para ellas que al ser libres caen precipitadamente en el remolino de las verdades escritas. Se miran unas a otras, se conocen, y como los hombres se enamoran. Pero no esperan nada. Ellas son las únicas que no saben esperar, sólo cargan la certeza de ser. Aunque, como a los hombres, se les interpreta.

Son mis palabras las que me pierden, y con palabras es que me encuentran. Soy palabra. Que se atormenta. La tormenta de las palabras, palabras atormentadas o tormentas apalabradas. Sucede siempre de noche, entre los restos de mi cama. Donde el corazón siquiera se esfuerza por hacer que la sangre llegue de pies a cabeza. Entre las cosas que me encantan de la vida, destaco: cuando hablo, con la toda la propiedad que soy posible ostentar.

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